hoy van dos en uno, pero es que hace un par de días que me rondan estas dos ideas por la cabeza. para los no vascoparlantes y con dificultades para descifrar enigmas, el post anterior hablaba de los problemas de promoción del arte vasco en el extranjero, tema al que volveré de vez en cuando porque seguro que hoy no encontramos ninguna solución. pero ahora quería hablar de algo que puede ser menos existencial, aunque no estoy segura por lo abrumador que me resultó.
estuve en sevilla por primera vez el fin de semana, disfrutando de la luz que matisse tanto adoró. la verdad es que se nota la diferencia. ver el gris del cielo sentada con una taza de té y un scone con mermelada en una bow window de casa victoriana no está mal (imagino, porque mi casa ni es victoriana ni tiene bow window), pero sentarse en placitas al sol sin bufanda y gorro también tiene su humilde encanto. no obstante, voy a pasar al tema que me impresionó.
la ciudad tiene una clara estructura urbanística árabe, con callejas estrechas, irregulares y en cierto modo atormentadas, que ni empiezan ni acaban ni dejan salir. para los no tan puestos en arquitectura árabe, las casas son muy diferentes a las nuestras; la separación entre el espacio público y el privado es enorme, y no se valora la ostentación al exterior, por lo que las paredes de fuera suelen ser blancas y normalmente sin ventanas. dentro, se organizan en torno a un patio y suelen estar (en los casos de familias pudientes) ricamente adornadas con decoraciones de yeso y azulejos maravillosos. cuando hay ventanas al exterior, éstas se tapan con celosías pues, como sabéis, las mujeres árabes no pueden enseñar su pelo ni gran parte de su cuerpo en público; así pueden mirar a la calle sin ser vistas.
en sevilla encontré por doquier un elemento que desde mi total desconocimiento de la arquitectura de la ciudad me recordaron a estas famosas celosías: unas rejas de hierro que cerraban muchas de las ventanas y los balcones. cuando dije que me llamaban la atención, me miraron como si hubiera aparcado la nave espacial en doble fila y me dijero que son "para que no roben, quilla". A lo que yo pensé que los ladrones en sevilla no deben ser muy hábiles, puesto que me parece facilísimo (incluso a mí, que nací tumbada en un sillón) trepar por ellas y entrar por la azotea.
muy probablemente no tendré razón y son meros objetos decorativos, pero me fascinaron esas rejas que encierran en la privacidad, que alejan de la calle, que separan. pensé en qué ocurriría si hubiera un incendio, siempre tan positiva yo. no me atrevo a criticar estas estructuras, a las que los sevillanos parecen apegados, pero la verdad es que me impresionaron e hicieron volar mi imaginación hacia tiempos -no tan- pasados y lugares -tal vez no tan- lejanos en los que el espacio público no lo es en absoluto, y en la que la ciudad está dividida entre espacios de unos y de otros, y en este caso tal vez de unos y de otras. quizá una reminiscencia, quizá no; en mi cabeza, unión tras unión, asfixiante recordatorio.
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2007-03-07
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