últimamente me he visto confrontada a menudo con el tema de para quién son las exposiciones. este tema va claramente unido a la idea de educación, puesto que cuando se decide para quién es una exposición, en realidad se deciden muchas cosas más, como el valor, la función que le damos al arte y la manera de transmitirlo que entendemos que funciona dentro de estos parámetros.
así, las exposiciones del guggenheim, por ejemplo, van claramente dirigidas a un gran público sin gran conocimiento y a menudo sin gran interés por el mundo del arte; más concretamente, en muchos casos, a turistas. el plateamiento suele ser diáfano, basándose en una actitud paternalista que caritativamente pone a la vista de la gente obras de arte de extremado valor que no suelen poder comprender por sí solos. lo que conlleva una obra de arte en estos casos suele ser una historia marcada por hechos relacionados. por supuesto, la reflexión crítica no tiene mucho que ver. por ello, se piensa en la educación en este contexto como un método de información y a menudo saturación del visitante por medio de fechas, anécdotas y situaciones curiosas.
hay otra postura que lamentablemente no es mucho más efectiva que se coloca en el punto contrario. se trata de la visión intelectualizada del mundo del arte, completamente inaccesible para los ajenos al discurso filosófico que conlleva. esta postura suele caracterizarse por pensar que todo hijo de vecino conoce las posturas de kant y foucault entre muchos otros, y si no las conoce, no merece la pena que nos molestemos en explicárselas. así, crea exposiciones que tratan temas de supuesta relevancia mundial, de amplios nombres y más amplios significados sin tener en cuenta el viejo dicho "quien mucho abarca, poco alcanza". estas exposiciones suelen pecar de hermetismo y de falta de sentido concreto, perdidas en la marabunta del discurso parroso. también se caracterizan por rechazar la educación puesto que creen que "el arte no hace nada" y que por lo tanto, como no vamos a conseguir una revolución, no merece la pena hacer partícipe a nadie que no entienda de qué hablamos. observemos, no obstante, que oponiéndose supuestamente al modelo "guggenheim" de abrir las puertas del arte al gran público, mantienen la misma visión de educación que habíamos visto antes: un elemento extraño al ser del arte, nada relacionado con la capacidad crítica de razonamiento. este tipo de exposiciones abunda en londres y otros lugares de europa y tal vez se esté exendiendo al país vasco.
ante esta situación, abogo una vez más por las tendencias in between que dicen los ingleses, es decir, a las soluciones intermedias que no son ni tanto ni tan calvo. en primer lugar, se debería dar por supuesto que la educación no es (o no debería ser) un sistema aparte en cualquier tipo de acercamiento a una exposición, sino algo intrínseco. eso no quiere decir que las exposiciones sean didácticas, sino que, simplemente, una obra de arte muestra una posición individual frente al mundo y un pensamiento crítico, basado en un sentimiento personal y en el desarrollo de una conciencia propia. lo que enseña una obra de arte es la posibilidad de pensar y actuar por uno mismo. por ello, no necesitamos un guía que piense por nosotros, sino en todo caso que nos pregunte qué pensamos nosotros. por eso, las exposiciones deberían dejar de ser grandes carrousels de nombres famosos, o enormes bibliotecas sugeridas de citas de gente más inteligente que nosotros (adoramus te benedicimus te), sino muestras e invitaciones a esta maravilla que el arte consigue, que es un pensamiento crítico individual.
queda dicho.
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2007-04-15
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